El Diario de Adán y Eva es una recreación de la vida de la primera pareja de seres humanos. Aunque el autor no hubiera señalado a quién corresponde cada parte, podríamos reconocerlo perfectamente; creados por un mismo artista, ambos personajes son absolutamente diferentes entre sí, y también lo son sus monólogos o confesiones. Adán es un hombre poco afecto a los ruidos y al trabajo. Su calma se ha visto alterada por la aparición de una criatura misteriosa que se ha dedicado a poner nombre a cuanto encuentra en su camino. El primer hombre, que no padece de esta suerte de obsesión, se ve obligado a recurrir a perífrasis para designar lo que lo rodea, pues, precisamente por ser el primer habitante racional del mundo, ignora como llamarlo; de este modo, si quiere decir que Eva llora, expresa que «derrama agua por los agujeros con que mira». Este recurso ideado por Twain, además de ser sumamente gracioso, contribuye a crear la sensación de algo nuevo, intocado.
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